lunes, junio 27, 2005

Julio (2)

No me queda otro remedio que sonreír a la vida cuando no para de dar respuestas y métodos para seguir confiando en ella.

Ha muerto Julio, un campeón, y no precisamente porque al morir todos nos volvemos buenos en boca de los demás, sino porque realmete es así. Los pocos detalles que pude conocer y las miles de historias y anécdotas que me han llegado, así lo indican.
Todo el ceremonial que sigue a la muerte en una sociedad manchada por la religión cristiana aporta un carácter casi morboso a los actos, una serie de acontecimientos que están más cerca del "aparentismo" que del dolor real y, por supuesto, a años luz del camino a la aceptación.
Pero todo tiene un lado enormemente constructivo que enlaza historias de amor que se van juntando hasta poner la piel de gallina. La esencia de la personalidad de Julio, hizo que todos los asistentes de alguna manera actuasen como él hubiera querido y poco a poco se iba tocando el amor que aterciopelaba las lágrimas del dolor. Las miradas se hacen cómplices al saberse hermanas del mismo llanto, quizá distinto en intensidad, pero de idéntico fin.
Despiertan abrazos dormidos en orgullos de errores sin culpables, nacen sonrisas cómplices del dolor y crecen lazos de saber y confirmar que estamos fabricados para sumar en la felicidad de todos y para demostrarnos que la suma del amor erradica, poco a poco y engranado en un proceso, el dolor.

Y esa es la grandeza de percibir que nadie deja de existir, y que Julio se queda dentro de nosotros como referencia y maestro del alma.

Seguiré sumando y combatiendo el dolor… sin dejar de sufrirlo, aceptando que forma parte de nosotros y sin descanso construiré amor y el amor dará felicidad.