Sinceridad = Libertad
Sinceridad significa conocer claramente lo que sucede dentro de ti.
Tal claridad se refleja en las palabras, que tienen el poder de la verdad, y surgen con facilidad y sin vacilaciones.
Si los demás nos influyen fácilmente, la capacidad de ser sincero se reduce. Los demás no podrán recibir ese sentimiento de verdad, y en las relaciones no habrá un sentimiento de amor. Parecerán superficiales.
Se necesita mucha fuerza y dedicación para ser honesto. Una de las cualidades más nobles de una persona es la capacidad de decir: «Lo siento. Estaba equivocado y tú tenías razón». Lo que importa no es tener razón, esgrimir argumentos contundentes o lograr que los demás acepten nuestras ideas. Lo que importa es ser capaz de reconocer los errores, hacernos responsables de ellos, aprender la lección y seguir adelante con mayor grado de madurez.
Ser fiel a nuestro propio yo es uno de los pilares de la grandeza, ya que permite experimentar el amor. Hay un gran poder en esta experiencia. Por desgracia, en lugar de disfrutar de tal grandeza de una forma natural, la mayoría de las personas renuncian a esta oportunidad poniendo excusas. Las excusas también son una forma de la falsedad.
Donde hay sinceridad y honestidad, los sentimientos se vuelven puros y limpios.
Hay gente que para no arriesgarse al fracaso, al rechazo, a la soledad, intenta acoplarse al grupo, agradar y quedar siempre bien. No es así como nos sentiremos fuertes y tranquilos.
Buscamos seguridad y dejamos de ser nosotros mismos, adoptamos una personalidad que sigue las pautas culturales y sociales. De esta manera desaparece la discrepancia entre el yo y el mundo, y con ella el miedo a la soledad y la impotencia.
Ser nosotros mismos y diferentes a los demás conlleva el riesgo de sentirnos solos. El miedo nos domina. Seguir las pautas sociales, culturales, religiosas o políticas parece ofrecernos más seguridad y alimenta nuestro sentido de pertenencia, al sentir que formamos parte de un grupo, ya sea la familia, un equipo, un partido político o una comunidad. Así nos disponemos a someternos a nuevas autoridades capaces de ofrecernos seguridad y aliviar nuestra duda. Esa actitud alimenta la dependencia y la pérdida de libertad.
En cuanto a las parejas, vivimos en la contradicción de querer estar juntos y separados, de querer una pareja estable y a la vez utilizarla y desecharla después. El amor llega a considerarse una conexión más que una comunicación o un vínculo. Las parejas se convierten en otro objeto de consumo. Aunque estemos juntos, nos sentimos desunidos. Las actitudes de comparación, celos, rabia, analfabetismo emocional, nos separan. El ego nos distancia del otro, nos cuesta asumir la responsabilidad de nuestra vida y nos resulta más fácil culpar al otro de cómo estamos.
Asumir plenamente nuestra responsabilidad: ese es el camino hacia la libertad.
Sinceridad significa conocer claramente lo que sucede dentro de ti.
Tal claridad se refleja en las palabras, que tienen el poder de la verdad, y surgen con facilidad y sin vacilaciones.
Si los demás nos influyen fácilmente, la capacidad de ser sincero se reduce. Los demás no podrán recibir ese sentimiento de verdad, y en las relaciones no habrá un sentimiento de amor. Parecerán superficiales.
Se necesita mucha fuerza y dedicación para ser honesto. Una de las cualidades más nobles de una persona es la capacidad de decir: «Lo siento. Estaba equivocado y tú tenías razón». Lo que importa no es tener razón, esgrimir argumentos contundentes o lograr que los demás acepten nuestras ideas. Lo que importa es ser capaz de reconocer los errores, hacernos responsables de ellos, aprender la lección y seguir adelante con mayor grado de madurez.
Ser fiel a nuestro propio yo es uno de los pilares de la grandeza, ya que permite experimentar el amor. Hay un gran poder en esta experiencia. Por desgracia, en lugar de disfrutar de tal grandeza de una forma natural, la mayoría de las personas renuncian a esta oportunidad poniendo excusas. Las excusas también son una forma de la falsedad.
Donde hay sinceridad y honestidad, los sentimientos se vuelven puros y limpios.
Hay gente que para no arriesgarse al fracaso, al rechazo, a la soledad, intenta acoplarse al grupo, agradar y quedar siempre bien. No es así como nos sentiremos fuertes y tranquilos.
Buscamos seguridad y dejamos de ser nosotros mismos, adoptamos una personalidad que sigue las pautas culturales y sociales. De esta manera desaparece la discrepancia entre el yo y el mundo, y con ella el miedo a la soledad y la impotencia.
Ser nosotros mismos y diferentes a los demás conlleva el riesgo de sentirnos solos. El miedo nos domina. Seguir las pautas sociales, culturales, religiosas o políticas parece ofrecernos más seguridad y alimenta nuestro sentido de pertenencia, al sentir que formamos parte de un grupo, ya sea la familia, un equipo, un partido político o una comunidad. Así nos disponemos a someternos a nuevas autoridades capaces de ofrecernos seguridad y aliviar nuestra duda. Esa actitud alimenta la dependencia y la pérdida de libertad.
En cuanto a las parejas, vivimos en la contradicción de querer estar juntos y separados, de querer una pareja estable y a la vez utilizarla y desecharla después. El amor llega a considerarse una conexión más que una comunicación o un vínculo. Las parejas se convierten en otro objeto de consumo. Aunque estemos juntos, nos sentimos desunidos. Las actitudes de comparación, celos, rabia, analfabetismo emocional, nos separan. El ego nos distancia del otro, nos cuesta asumir la responsabilidad de nuestra vida y nos resulta más fácil culpar al otro de cómo estamos.
Asumir plenamente nuestra responsabilidad: ese es el camino hacia la libertad.

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